Wednesday, April 07, 2010

Las peleas entre hermanos

¿Cariño entre hermanos?....


Te pasas nueve meses planificando pues mejor que sea chico, como ya tenemos uno pues un compañero de juegos, bueno si es niña mejor por que así tendremos la parejita,.... Pero ¿qué pasa cuando los “enemigos” están dentro de nuestra propia casa, durmiendo en la habitación de al lado? Las peleas entre hermanos son normales e inevitables, pero como padres tenemos que ayudarlos a solucionarlas con amor.

– ¡¡¡Mamáááááá, me ha pegado!!!
– No, es ella la que empezó...
– Mentira, tú me sacaste la lengua





Durante la infancia, los hermanos son una parte muy importante de la vida. Pasan más tiempo entre ellos que con sus padres: viven juntos, comen juntos, pelean juntos, se defienden unos a otros. Se origina una relación muy íntima, pero también muy competitiva. La rivalidad entre hermanos es prácticamente inevitable. Resentimientos, envidias, celos y sentimientos ambivalentes son algo normal. El riesgo reside en que esa competencia natural entre hermanos se transforme en rencores que puedan durar toda la vida.

¿Por qué?

Los hermanos se pelean por varios motivos. Como tienen la necesidad de sentirse queridos, el hermano siempre va a ser un rival, alguien hacia el cual va a tener sentimientos alternativos de amor y de odio. Imaginan que sus padres quieren más al otro que a él, sienten que su territorio está amenazado y reaccionan para defenderlo. Por eso, los padres deben tratar de que cada hijo tenga “su” lugar seguro en la familia, evitar las comparaciones y la tendencia a tratarlos como si fueran todos iguales.
Muchas veces, no es necesario que exista una situación real de injusticia en la casa para que el hijo se sienta inseguro, sino que puede responder a la falta de autoestima de ese chico en particular y esto lo lleva a formarse ideas equivocadas sobre a quién quieren más.


También puede deberse a un complejo de inferioridad con respecto a sus hermanos cuando el mayor es brillante y el segundo lo percibe como un techo inalcanzable, o cuando lo ve como un rival que hace todo mejor que él. Y en esto tienen mucho que ver las comparaciones: un niño no se preocupa tanto de lo alto que es, sino de quién es el más alto de la clase. En esta edad, también, surgen los juegos en equipo y se originan peleas y discusiones porque todos quieren ganar. No les gusta esperar, entonces hacen trampa, se forman alianzas, etc.
La actuación de los padres

El origen de las envidias y las peleas también puede estar en nuestra forma de actuar como padres. Decimos que queremos a todos nuestros hijos por igual; sin embargo, si les preguntamos a ellos, nos sorprenderíamos al ver que tienen bien claro quién es el preferido de cada uno. Están continuamente evaluando quién recibe cuánto y de quién. Quizá inconscientemente, manifestamos nuestras preferencias: porque se parece más a nosotros, porque es el mayor, porque nació cuando ya éramos más viejitos, porque es varón o porque es mujer... Muchas veces avivamos estos sentimientos al intervenir en las peleas, al comparar o al alentar la competencia entre ellos.


Algunas recomendaciones

En primer lugar, hay que mantener la calma. Las peleas son algo normal, casi como un deporte familiar. Los padres no deben intervenir para así darles a ellos la oportunidad de que solucionen sus diferencias. Sí deben hacerlo cuando la pelea se complique o cuando uno sea dominado por los demás; cuando vean que surgen como consecuencia de un rencor o cuando uno siempre es el tirano y el otro, la víctima.

Los padres deben tratar de ser lo más objetivos posible para poder actuar con justicia. Hablar a solas con cada hijo para que puedan reconocer su responsabilidad e intentar que la pelea termine con el perdón y la reconciliación. Si no son capaces de aprender a pedir perdón ahora, todos sabemos lo que cuesta hacerlo de adulto…

Para ello, es importante:

Enseñarles a expresar verbalmente las emociones para que puedan reflexionar sobre la pelea y el motivo de ésta, y los pasos por seguir en el futuro.

No hacer comparaciones. Conviene darle oportunidades a cada hijo para que pueda demostrar sus capacidades. También es conveniente felicitar al que se esforzó (aunque haya sacado peor nota) y no compararlo con su hermano al que no le cuesta nada sacarse buenas notas.

Demostrar que los queremos. A veces, con la vorágine de la vida diaria nos olvidamos de hacer gestos de cariño explícito tanto a nuestros hijos como entre nosotros. Conviene mentalizarnos y enfocarnos en lo importante que son esos contactos entre los miembros de la familia.

Y nunca decir eso de: "en esta casa no hay quien resista, no os aguanto más, cualquier día me voy y ya veréis como entonces os queréis,.....". Primero no es verdad, segundo con estas tan contundentes les estás enseñando a contestar y a no respetar vuestro hogar. Y por último y más importante si contestas así es que estás muy enfadado y tú eres el adulto y el que debe controlar la situación, no te puedes dejar llevar por la bronca de los niños.

Tomado de: somospadres.com